Es sabido que soy un ferviente fan de Federico Fellini. Admiro no sólo su obra, sino también su manera de trabajar. Es bien conocido que una de sus características como director era "cazar talentos en la calle", convertir a gente que encontraba en bares, en plazas, en el subte, donde fuere en los actores de sus películas. Yo no soy tan osado como Fellini, pero en esta película -sin buscarlo- tuve que recurrir a ese método. Tenía dos personajes secundarios importantes difíciles de encontrar. Uno era Albertina, una chica del interior del país, de una zona muy pobre de alguna provincia del Norte que está embarazada y decide dar su hijo en adopción. Era un personaje complejo y que, a mi criterio, debía ser interpretado por alguien que conociera a ese tipo de gente. No quería una actuación, una imitación, quería verdad. Yo adopté un hijo y sé cómo es esa gente. Maria Inés Teyseé era la encargada del casting en Argentina. Me mostró varias opciones, todas bastante interesantes, pero no lograba ver a esa Albertina que yo soñaba. Finalmente decido ver a dos posibles Albertinas y a una que María Inés decide presentarme por si acaso... Y era. Me senté frente a ella y comencé a contarle lo que había escrito en el guión, y ella parecía entender todo. Hasta me dijo cómo miraba esa gente, cómo hablaba, sus silencios, sus posturas. Sin esperarlo, ahí estaba Albertina. Tomé una cámara y le saqué estas fotos. Su nombre es Elsa Surco, una de esas actrices instintivas, uno de esos talentos sin técnica, sin fórmulas, pero con un enorme carisma. Hay una frase que no me gusta usar -no sé por qué-, pero aquí viene al caso: "A Elsa la cámara la quiere." Éstas son las fotos que le saqué ese día.
Otro personaje que tuve que buscar, pero esta vez del otro lado del "charco", en Madrid, era Dorina. Este era un desafío aún más difícil y extremadamente risgoso. Dorina en la ficción es rumana y, como tal, siempre soñé con la típica mujer rubusta, de tez rosada y pechos grandes que tantas veces vimos en el cine de la Europa del este. Con José Antonio Félez, el productor español, convinimos y nunca dudamos que la actriz que debía interpretar a Dorina tenía que ser rumana. En España hay una comunidad rumana importante y, por ende, tenía que haber actores entre ellos. Pero no, no los había. La gente de casting de España contactó a un grupo de rumanos que residen en Alcalá de Henares, cerca de Madrid, y así fue que conocí a Ileana Gadnar. Una mujer dulce, tan buena que da miedo, que estudia repostería y que sueña un día tener un restaurante propio. Seguramente Ileana soñó muchas cosas cuando vino de su Transilvania natal a Madrid, pero nunca con ser actriz. Fue muy emocionante verla el día que hicimos el primer pase de la película. Vino con su marido (que también actúa en Tocar el Cielo, por cierto) y su hijito. Su rostro mezclaba la alegría con el desconcierto y la incertidumbre de si lo suyo realmente es la repostería.